Cómo combatir el estrés, cambiar malos hábitos y empezar de nuevo con ayuda de un caballo.
La autorregulación emocional es algo que aprendemos cuando somos pequeños. En el caso del ser humano sucede durante los primeros años de vida, entre los 0 a los 6 ó 7 años, por lo que es fundamental el papel de los padres y del entorno en el que nos desarrollamos.
Por desgracia, es muy habitual que los modelos que se han tenido durante la niñez no sean el mejor ejemplo de cómo gestionar, de forma sana y equilibrada, nuestras emociones.
En España, la educación emocional, y por ello la autorregulación, históricamente ha sido un tema que para padres y abuelos se ha dejado en segundo plano y no habían podido prestarles la atención que requiere. España es un país en el que históricamente su principal motor económico ha sido el sector primario. La principal consecuencia de esta premisa es que en las familias había una serie de necesidades básicas en que los adultos se tenían que centrar, considerando que normalmente las bocas a alimentar eran muchas y los recursos escasos. No es de extrañar que la educación emocional no se priorizase y en consecuencia no se transmitiera de generación en generación.
Es ahora, cuando nuestras necesidades básicas están cubiertas, cuando empezamos a dar importancia a otros aspectos de nuestra salud, y con ello, la salud emocional de los individuos.
¿Por qué es importante todo esto? Cuando no somos capaces de autorregularnos emocionalmente, es decir, que nuestro cuerpo y sistema nervioso puedan volver al estado o modo parasimpático; nuestro cuerpo está colapsado en un estado de defensa y huida. En algunos casos de completa desactivación y modo congelación (más información sobre los estados emocionales y el funcionamiento del sistema nervioso ver este artículo aquí).
Hoy en día, estamos constantemente recibiendo inputs que hacen que nuestro cuerpo esté en alerta. Puede ser algo tan simple como el tono del teléfono móvil cuando llega un mensaje, cuando estamos próximos a la fecha límite de entrega de un proyecto, etc. Si no podemos hacer que nuestro sistema nervioso se relaje y se autorregule entre una alerta y la siguiente, es decir, vuelva al modo parasimpático, nuestro sistema nervioso estará atascado en un círculo de huida y ataque. Cuando el organismo entra en el modo supervivencia, el sistema nervioso no es capaz de asimilar conceptos y aprender. Además, si estamos en modo supervivencia, estaremos irritables, quisquillosos y tendremos menos paciencia.
El sistema nervioso de los caballos se comporta igual que el nuestro. El sistema nervioso de todos los mamíferos funciona igual. Nuestro organismo ha evolucionado de esta forma para ser capaz de aprender. Su sistema nervioso tiene que estar en modo parasimpático; dentro de este modo, especialmente en el parasimpático social.
Para aprender siempre tiene que haber un nivel bajo de estrés, pero siempre por debajo de la activación el modo huida o lucha. En otras palabras, que el sistema nervioso se mueva del Parasimpático al Simpático o, según la teoría Polyvagal, al modo SOCIAL del Parasimpático. Este pequeño matiz, es muy importante, ya que si se estuviera en modo parasimpático el organismo no estaría nada activado para aprender.
Los caballos tienen diferentes estrategias para hacer un reinicio, autorregularse, liberar tensiones y estrés. Algunas de esas estrategias, de las más visuales, son: mediante bufidos (snorting en inglés), con una respiración profunda o suspiro (sigh), sacudiendo el cuello y cabeza, con lametazos continuados, bostezando, mascando los dientes y lamiendo los labios.
Para caballos que están atrapados en un trauma o en aprensión indefensa, o caballos mucho más introvertidos, los signos son un poco más sutiles, pero se manifiesta de la siguiente manera: un pestañeo, bajar la cabeza y el cuello o un movimiento de una oreja hacia la persona que lo está trabajando. Estas señales también se manifiestan en caballos que no estén en modo trauma.
Si bien estas son las formas que los caballos tienen para autorregularse, el tiempo que tarden en hacerlo, es decir, en mostrar alguno de estos signos, indicará la velocidad en que pueden autorregularse después de recibir un input estresante. Cuanto menos tiempo tarden después de un pico de estrés en hacer alguna de las ya nombradas expresiones corporales, más capacidad de autorregularse tendrá el caballo y por lo tanto mejor equipados estarán para nuestro tiempo.
Nota: para un caballo, nuestra mera presencia puede resultar estresante o intimidatoria; una práctica muy interesante es observar cómo actúa nuestro caballo después de cada interacción con nosotros. Yo lo hago siempre. Pedimos un ejercicio, cuando sale bien hacemos una pausa y esperamos a que nuestro caballo se autorregule. Una vez haya hecho el reinicio, continuamos y repetimos. Trabajar de esta forma, aunque requiera más tiempo al principio, da las herramientas a nuestros caballos para SIEMPRE poder estar lo más relajados posible. Les ayudará a confiar en nosotros ya que les estamos demostrando que somos capaces de observar y reconocer su estado emocional, respetándoles según sea necesario. Esto es buenísimo, ya que a la vez que estamos creando un vínculo emocional y de seguridad con nuestro caballo, les da la información de que tenemos el potencial necesario para ser un buen guía o líder para ellos.
Los humanos somos más complejos, sobre todo, por el nivel de inputs estresantes que tenemos en nuestra vida. Por eso es vital poder encontrar alguna manera consciente de poder ayudar a nuestro sistema nervioso a evacuar todos los cócteles químicos que se activan después de cada mensaje de alerta. Con ello, podremos funcionar correctamente y tener un sistema nervioso equilibrado, dónde las cargas diarias no se nos acumulen y así evitar que explotemos emocionalmente con nuestro entorno más cercano.
Para algunas personas será suficiente con pasear con el caballo, para otros será quedar con amigos, una sesión de spa o hacer algún deporte para que nuestro organismo empiece la secreción de serotonina y dopamina. Estas iniciativas son imprescindibles y ayudan a nuestro sistema nervioso, pero lo que va mejor es aprender a dejar ir poco a poco durante el día a medida que los factores estresantes van apareciendo. De poder hacerlo así, nuestro vaso siempre va a estar medio vació y es más difícil que alguien pague nuestro mal humo, incluido nuestro cuerpo.
Hay muchos métodos para resetear el sistema nerviosos. Van desde bostezar, a mover los ojos en determinados patrones o la respiración consciente. Todas estas formas tienen en común que se pueden hacer sentadas en cualquier lugar y momento y nos ayudarán a que durante el día para que nuestro sistema nervioso vaya haciendo pequeños reinicios.
El trabajo de la autorregulación emocional es el más útil cuando queremos caballos seguros y valientes, y es tan útil que nuestros caballos se sepan autorregular cómo que nosotros lo sepamos hacer también. La relación de espejo que se establece entre jinete y caballo se retroalimenta tanto si somos capaces de transmitir paz y Harmonía (caballos relajados, obedientes y tranquilos) cómo si estamos nerviosos y desconectados de nuestro entorno (caballos nerviosos, ausentes, con problemas de concentración y muy a menudo, problemas de comportamiento).
¡Recuerda! si conseguís conectar con la mente del caballo, conectaréis también con su cuerpo.
La solución está en nuestras manos. Pienso en la repetida frase de Ray Hunt:
“Horsemanship is the art of mastering your own body, thoughts, emotions and behaviours, not the horse´s.”
“La equitación es el arte de dominar tu propio cuerpo, pensamientos, emociones y comportamientos, no los del caballo..”